La profesión de arquitecto siempre se ha visto vinculada a una profesión liberal, que suena muy bonito, pero a la hora de la verdad quizás no sea la mejor decisión.
Puede que pienses que ser empresario es lo mismo que un profesional liberal, y gran parte de nuestro problema es que a menudo confundimos estos conceptos.
Lo primero es definir lo que es cada cosa:
- Un profesional liberal es, fundamentalmente, UN PRODUCTOR. Las profesiones liberales son aquellas en las que predomina el ejercicio del intelecto. El abogado, arquitecto, o médico con consulta propia de toda la vida).
- Un empresario, sea del tamaño que sea, desde grande a micro, es un GESTOR DE RECURSOS.
ACLARACIÓN: Estoy hablando de mentalidad empresarial, por lo que en estos dos conceptos no entro a valorar el sistema utilizado para cumplir con la legislación y poder emitir facturas.
Por ejemplo, la figura de autónomo es simplemente alguien dado de alta en dicho régimen de la Seguridad Social o HNA, pudiendo ser tanto un profesional liberal como un pequeño empresario. Los profesionales liberales, no perciben salarios, sino honorarios.
Las diferencias que hoy quiero plantear son otras.
Características propias del arquitecto como profesional liberal.
- Suele ser él mismo el principal y más representativo activo de su negocio.
- No necesita una gran cantidad de clientes.
- Puede apoyarse en un administrativo o delineantes, pero el grueso de la actividad productiva directa sale de su intelecto y/o sus manos.
- Gestiona su actividad con recursos económicos limitados.
- No tiene idea de ventas ni de marketing.
- Su marketing principal consiste básicamente con el boca a boca de sus clientes y las buenas referencias generadas, ya que al tener que producir no puede dedicarle tiempo a la parte comercial.
- Para el profesional liberal “crecer” es ganar en prestigio.
- El negocio del profesional liberal no es escalable.
- El añadir más productores a su negocio no hace que mejore su producción personal, sólo lo convierte en pequeño empresario con trabajadores a su cargo.
Características propias del arquitecto empresario.
- El arquitecto empresario entiende que gestiona recursos, y que estos recursos son capaces de generar una producción superior a la que podría generar él solo mediante una actividad profesional.
- Conseguir una clientela fiel, permanente y suficiente, es más difícil porque ha de ser más grande.
- Esto provoca que hasta el pequeño empresario tenga en mente dos actividades indispensables:
a) Actividad comercial y de marketing.
b) Creatividad e imaginación.
- Su trabajo no es sólo producir sino que debe abarcar desde las formas de gestionar los recursos necesarios, hasta saber delegar parte de su producción a otras empresas o profesionales liberales.
- La implementación de procesos es una de las claves para que la empresa funcione.
- El negocio de un empresario es escalable, aunque su decisión sea el de quedarse pequeño.
- El arquitecto empresario debe actualizarse continuamente en diferentes aspectos más allá de su profesión.
- Su empresa cuenta con departamentos como atención al cliente, atención al público, producción, marketing, mantenimiento, web, diseño, facturación, contabilidad, etc.
De profesional liberal a empresario.
El paso de los arquitectos de profesionales liberales, o peor, de técnicos cualificados por cuenta ajena, a arquitectos empresarios, implica emprender un cambio muy drástico del que pocos son conscientes.
Las cualidades, capacidades y competencias como productores pasan a ser secundarias, e incluso a veces irrelevantes frente a las de gestor de recursos.
Y abandonar la producción de la arquitectura es precisamente lo que muchos arquitectos no están dispuestos a hacer. Por eso son arquitectos.
Pero no hay que menospreciar el trabajo del arquitecto como un “gestor de recursos”.
Se abre ante nosotros un universo de cualidades, conocimientos, aptitudes, capacidades, experiencia, etc.
Sin olvidar que el trabajo no dejará de ser:
- Conseguir producir arquitectura, en costo, en tiempo y en calidad.
- Conseguir vender en un precio que el mercado acepte pagar.
- Conseguir cobrar, y hacerlo pronto.
- Pagar los gastos generados, que nos son pocos
Y con todo ello, conseguir ganar más de lo que ganaba como profesional liberal (o técnico cualificado por cuenta ajena).
Y en este desafío han caído muchos arquitectos ya, y los que caerán, porque no sabían que meterse a arquitecto empresario consiste en dejar a un lado lo que hacían hasta ese momento, para pasar a hacer algo muy diferente, nada fácil y para lo que nadie nos ha preparado.
Nunca debemos olvidar que crecer es un doble reto y doble riesgo: el de gestionar en el futuro un volumen de recursos más grande, y el de gestionar el crecimiento, que no es moco de pavo. Pero eso es otra historia.
A mi modo de ver, hay un parámetro mucho más importante que el tamaño, la gestión de recursos y demás, que al fin y al cabo se dan en todo tipo de actividad empresarial.
Lo más importante es la automatización de procesos, desde la venta hasta el cobro.
Cuando uno logra eso, escalar es juego de niños.
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